Pascual Baylón Yubero nació el 16 de mayo de 1540 en la villa de Torrehermosa (un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza) el día de Pascua de Pentecostés, de ahí su nombre.
Vivió en el seno de una familia de honrados labradores, que profesaban una gran virtud religiosa. Sus padres fueron: Martín Baylón e Isabel Yubero. Desde muy pequeño demostraba una gran inclinación por los actos religiosos y decía que quería ser Fraile Franciscano. Su madre le enseñó la devoción a la Santísima Virgen y la Adoración a la Eucaristía. A la edad de siete años, su padre le puso al frente de un pequeño rebaño de ovejas, iniciando así su vida de pastor.
Más tarde pasó a vivir a Alconchel de Ariza, pueblo similar a Torrehermosa, donde el dueño del rebaño que estaba cuidando, un rico hacendado llamado Martín García, decidió adoptarlo y nombrarlo heredero de su hacienda, lo que Pascual rechazó pues tenía el propósito de abrazar la vida religiosa.
A la edad de dieciocho años abandonó Alconchel y estuvo ganándose la vida como pastor en Almansa, Monforte del Cid y, finalmente, en Elche. Allí trabó relación con los frailes Alcantarinos que estaban fundando convento en Orito y en Elche. Estos religiosos pertenecían a la Orden Franciscana y, para ser más consecuentes con la vida de S. Francisco y con el Evangelio, habían hecho una Reforma -los Descalzos- de mayor austeridad y contemplación, siguiendo los pasos de S. Pedro de Alcántara. Después de cuatro años de conocer la vida de los frailes, pidió el ingreso en el convento de Orito; tomó el hábito el 2 de febrero de 1564, y un año después profesó en Orito.
Ejerció de hermano lego, desarrollando los oficios de portero, jardinero, limosnero, refitolero, etc. Y siempre los realizó con alegría.
Murió en el Convento del Rosario de Villarreal el 17 de Mayo de 1592, fiesta de Pentecostés, a la edad de 52 años, de los cuales 28 los había pasado como fraile.
El 19 de octubre de 1618 fue beatificado por el papa Pablo V. Más tarde, el 16 de octubre de 1690 fue canonizado por el papa Alejandro VIII.
Sus restos reposan en la Real Capilla de la Basílica de San Pascual de Vila–real, de Monjas Clarisas.